Crónicas


 





Decidí relatar en primera persona lo que fue la primera cicletada encapuchada en medio de un contexto agitado por la violencia estatal hacia la protesta social, proyectos de ley ideados por el asqueroso Rodrigo Javier Hinzpeter Kirberg como la ley mi cabo. Luego de escribir este retrato de la sociedad en una magna creación artística mis editores de distintos medios no quisieron publicar, por razones políticas, obviamente. Se queda con el 10 porque nadie quizo publicarla excepto yo XD.

Crónica De La Primera Cicletada Encapuchada en Chile



































Crónica De Un Borrego que amamanta a un murciélago junto a la sangre de las bestias
Por Claudia Kennedy
San Bernardo, 2007



Mientras todo parece caer sobre mermelada, observo en el parque Colón una paloma suicida. Cuando todo esto pasa y todo eso queda, me veo responsable y desafortunada, madura para algunos, perdida para mis otros o realmente torpe al caminar derechita por la vereda para dejar de asustar a los vecinos. En breve instante una señora, como una paloma en el parque, se desarma junto a mis piernas.
Lleva una pequeña chaqueta de gamuza descolorida, un peinado que torna demente a los poetas. Yo- inmóvil entre la agitación del gentío- no hago mas que sacudir un poquito mi zapatilla para alejar su cuerpo, antes que alguien lo note; pero los vecinos, que aún se molestan con mi andar, corren apuraditos para ver lo sucedido.
Miguel, por ejemplo, el autista (no por mal diagnosticado, sino por defecto social) comenta salivando frente a otro intruso, - uf, ta pa wena la señora; mira, mira compadrito, si ta pa comérsela con esto po- . La trasgresión de la mirada se dirige a la chica de manera intermitente. Buscando quizá un instante de penetración. Entre el extenso padecer de la muchacha y mi austeridad.
Resulta que los intrusos o bestias detienen toda labor, parece que ya no interesa llegar atrasado a la pega cuando el espacio se torna absoluto, espeso, gustoso.
Dicen que adquieren una fascinación por el acontecimiento. cuando se acercan y aprietan la mejilla de la chica para que despierte, también botan lagrimas de sangre, dudo por qué actúan de este modo. Y resulta que la vereda se quiebra estrepitosamente, cuando nota la sangre de las bestias, junto al espacio que habito con la muchacha.
Los automóviles que ven el suceso, marchan como en cortejo fúnebre.
Los pasajeros que allí se distinguen también comentan la situación, como los que están de pie junto a nosotras. – pobre mujer- y a su lado otro descendiente de los mirones le dice a la pasajera- ¿cuál de ellas?-. es la misma pregunta que me hago, cuando siento que ella despierta, lo mismo que yo en ella. Cuando la chica atraviesa una fina mirada y así solicita espacio, da una pequeña vuelta para afirmar sus manos al suelo y se pone de pie, un tanto curvada por lo sucedido. – ¿esta bien señora, necesita algo?- pregunta una bestia. A lo que la joven responde como un soplo inverso- agüita no ma, gracias-. La multitud se disipa por completo y el espacio atraviesa la finura de su cuerpo. Ella voltea un tanto quejumbrosa.
Por fin miro su rostro y veo en ella un parecido inconfundible, un resplandor de posesa. Entonces ella nota que la bestia va a demorar un buen rato con el agua.
En ese momento, y para mi sorpresa, se vuelve a desvanecer, pero esta vez lo hace en mí, mordiendo delicadamente mis piernas.